EL FINAL DE LA
HUIDA.
Si la solución al
problema siempre es huir,
sin plantar cara,
ni luchar por nada,
dejando que el
miedo nos llegue a influir,
está claro, la
batalla nunca será ganada.
Vivir escondido
en una perpetua huida
no parece el ejemplo
de una vida plena,
más bien, el
deseo de no sufrir la herida
que puede
provocar arrancarse la cadena.
Instalarse en un
abandono vitalicio,
ignorando la
sensación de sentir orgullo,
es una actitud
que conduce al sacrificio,
siendo la victima
de cualquier chanchullo.
Mucha gente elige
hincar la rodilla,
solo para evitar
un enfrentamiento feroz,
piensan que así
salvaran la honrilla
mientras se
condenan a un futuro atroz.
Alguna vez hay
que pasar a la acción
aunque no se
tenga un exceso de valentía,
asumir una eterna
derrota es una traición
que ni si quiera
otorga ninguna garantía,
para tener por lo
menos una oportunidad,
a nuestros
propios temores debemos vencer,
la confianza es
útil ante la adversidad,
su ayuda nos dará
el poder de convencer.
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