LUCHA INTERNA.
En el interior de cada uno habita
el mejor aliado, y el peor
enemigo,
ambos comparten idéntico abrigo,
pero uno ayuda, y el otro
debilita.
Quien confía en su capacidad
personal
sin caer en la propia
desconfianza,
no necesita, de otros, ninguna
alabanza,
para conocer su auténtico
potencial.
Cuando uno mismo es el adversario
cualquier batalla acaba siendo
injusta,
mientras se vive en el fracaso
rutinario.
Saber imponer de una manera
robusta
un sentimiento positivo
mayoritario,
aleja el pesimismo que siempre
asusta.